El ruido crea efectos físicos y psicológicos en las personas expuestas, como: confusión, dificultad para concentrarse, satura nuestros sentidos hasta generar respuestas físicas como la migraña, aumento de presión arterial, tinnitus, inapetencia, insomnio, fatiga constante entre otras.
La ansiedad y el estrés son una respuesta que da nuestro cuerpo ante el peligro y el ruido excesivo es procesado en nuestro sistema nervioso como un ataque, alimentando la sensación de frustración, falta de control, preocupación y miedo.
El ruido, alimenta al ruido y genera más ruido. Si tenemos una fuente de altos niveles de sonido, elevamos la voz para podernos comunicar y la persona que nos trata de escuchar también lo hace, así producimos un nivel de contaminación adicional al de la fuente.
La fuente debe ser aislada, atenuada de alguna manera y las personas que se encuentran en el medio deben de protegerse durante el tiempo de exposición.
El silencio es la fuente de la relajación y debemos generar estos espacios que nos lleven a neutralizar los efectos nocivos del medio a los que estamos expuestos.